No. La paridad y las acciones afirmativas no son “dádivas” que se “otorgan” a las mujeres sin tomar en cuenta si son o no competentes para ocupar un cargo determinado.
Por Janine M. Otálora y Marcela Talamás 18 de enero, 2020
Aunque ya quedan pocas personas que se atreven a verbalizarlo, es cierto que aún hay quienes consideran que la paridad y las acciones afirmativas son “dádivas” que se “otorgan” a las mujeres sin tomar en cuenta si son o no competentes para ocupar un cargo determinado. Es decir, se piensa que obtienen el puesto por su sexo y no porque sean capaces para ejercerlo o porque hayan trabajado para lograrlo.
En este sentido, habrá mujeres que se enorgullezcan de no haber llegado a un cargo por medio de una cuota o de la paridad, puesto que eso significa que accedieron a él por méritos propios.
En este artículo nos interesa hacer dos precisiones respecto a esa concepción que excluye el mérito de la paridad y de las acciones afirmativas.
La primera, tiene que ver con la forma en que se construye lo que se considera y valora como meritorio.
Iris Marion Young cuestiona la idea de que las posiciones sociales deban distribuirse a partir de las capacidades y el mérito de las personas. En este sentido, pone en entredicho los criterios de evaluación para determinar quiénes cuentan con capacidades y méritos1.
La Recomendación General 252 del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer3 alerta que la solicitud de ciertas cualificaciones y méritos deben examinarse detenidamente a fin de asegurar que no responden a prejuicios de género.
Es decir, el mérito, por sí mismo, no está exento de cuestiones culturales4 y estructurales -como los estereotipos, la violencia y la discriminación- que determinan las posibilidades de que las mujeres accedan a las mismas oportunidades de preparación que los hombres y que, además, no se valoren las funciones que éstas realizan, por ejemplo, por medio de los roles de cuidado.
Habría que tener en cuenta el miedo a la agresión que determina el comportamiento de las mujeres y las coloca en situación de vulnerabilidad. El temor a las agresiones físicas a nuestros cuerpos; a la burla frente a nuestras propuestas; al desmérito por nuestras relaciones personales y familiares; al reclamo por ser malas madres y malas esposas; al desprecio por no cumplir cierto estándar de belleza.
Incluso, la obtención del mérito construido a partir del paradigma del trabajador ideal depende de cuestiones fortuitas, como el hecho de haber contado con las condiciones familiares y sociales que permitan estudiar una carrera profesional5 valorada socialmente y desarrollar cierta trayectoria. Asimismo, el mérito se vincula a aptitudes consideradas masculinas, o bien vinculadas a aquellas personas que no tienen que hacerse cargo, por ejemplo, de la doble jornada.
Por lo tanto, el mérito puede implicar discriminaciones indirectas e incluso estructurales para aquellas personas que, por inercias culturales, idioma, geografía o pobreza, se ven imposibilitadas para acceder a la formación que construye lo meritorio y para lo que se considera valioso en el mercado laboral.
Martha Nussbaum señala que las circunstancias política y socialmente inequitativas le dan a las mujeres capacidades humanas inequitativas6. En efecto, las mujeres no tienen las mismas condiciones para adquirir, desarrollar y colocar en el mercado sus capacidades. Lo mismo pasa con otras personas que se encuentran en situaciones de marginación y vulnerabilidad.
El reconocimiento del impacto de estas asimetrías en la arena político-electoral fue lo que demandó la creación de acciones afirmativas que reconozcan otro tipo de mérito y que garanticen la inclusión de los roles no valorados en el mercado laboral.
La segunda precisión -que se hace cargo del hecho de que el mérito puede implicar criterios excluyentes- tiene que ver con lo que señala el Comité de la CEDAW7: la igualdad y la participación deberán ser tomados en cuenta además de los méritos y las cualificaciones. Es decir, la inclusión de mujeres en espacios de deliberación y toma de decisiones es, por sí misma, necesaria y valiosa en términos democráticos.
Como hemos señalado, el mérito puede desconocer las cuestiones estructurales que impiden a las mujeres estar en condiciones de igualdad frente a los hombres al momento de contender por un puesto público, así como al momento de construir una trayectoria curricular.
Es decir, puede desconocer el mandato de la igualdad material y estructural, por tanto, se requiere verificar el cumplimiento de otros principios en la selección de quienes deben integrar un órgano público.
Por ejemplo, curricularmente no se valoran actividades que históricamente han sido atribuidas a las mujeres, como aquellas relacionadas con el cuidado, más bien al contrario, juegan un efecto negativo en las aspiraciones para obtener un cargo, puesto que se tiene el prejuicio de que quienes tienen bajo su responsabilidad el cuidado de una persona (hijos, hijas, personas con discapacidad y/o adultas mayores) son más costosas en términos de tiempo y compromiso con el trabajo.
Además, se considera que las habilidades que implican esos roles no tienen ningún atractivo fuera del ámbito privado, no tienen nada que aportar ni son necesarias en los espacios públicos.
Incluso, el entendimiento excluyente del mérito puede llevar al “auto-descarte”. Es decir, quienes tienen a su cargo labores de cuidado saben que existen prejuicios sobre su comportamiento laboral, por lo que, incluso cuando tienen aspiraciones profesionales, prefieren no lidiar con lo que ello implica ni con el panorama de bajas probabilidades de ser seleccionadas y, por lo tanto, renuncian a sus aspiraciones. Pensemos, por ejemplo, en una mujer embarazada o en una mujer que pausó su vida como política por cinco años para hacerse cargo de sus hijos e hijas.
Así, la paridad y las acciones afirmativas no necesariamente se confrontan con el mérito, simplemente lo deconstruyen (para tomar en cuenta otras aptitudes y capacidades) y le colocan otras prioridades (la igualdad y la participación incluyente) que deben valorarse al momento de la designación de quiénes deben ocupar un cargo.
De hecho, llevar a cabo todo lo que implica el cuidado, trabajo estereotípicamente asignado a las mujeres8, ha permitido que los hombres avancen en el espacio público. Silvia Federici lo plantea en estos términos: Partiendo de nuestra situación como mujeres, sabemos que la jornada laboral que efectuamos para el capital no se traduce necesariamente en un cheque… El trabajo doméstico es mucho más que la limpieza de la casa. Es servir a los que ganan el salario, física, emocional y sexualmente, tenerlos listos para el trabajo día tras día.
Desde luego, esto nos lleva a la necesidad de reconocer valor curricular a las labores de cuidado y a diseñar medidas de conciliación de vida personal, familiar y laboral.
La paridad y las acciones afirmativas garantizan que los saberes y trayectorias de las mujeres (es decir, sus méritos y capacidades) encuentren cabida dentro de los órganos de deliberación y toma de decisiones. De otro modo, como se ha visto a lo largo de la historia, disminuirían las posibilidades de su inclusión. La paridad y las acciones afirmativas se hacen cargo de la necesidad y premura de integrar y visibilizar a las mujeres, sus cuerpos, sus agendas, sus aspiraciones y sus reivindicaciones.
Las autoridades que cumplen con la paridad e implementan acciones afirmativas envían el mensaje de que quieren acelerar la igualdad y están comprometidas con redistribuir el poder, los recursos y las labores de cuidado a partir de criterios de justicia.
1 Iris Marion Young, Justice and the Politics of Difference (New Jersey: Princeton University Press, 1990), p. 200. Citada por Luz Helena Orozco y Villa en: Boletín Género y Justicia, Acciones Afirmativas y Meritocracia. No. 23 de mayo de 2011, Suprema Corte de Justicia de la Nación.
2 Ver párrafo 23.
3 CEDAW, por sus siglas en inglés.
4 La reconocida feminista francesa Virginie Despentes afirma que a las mujeres os avergüenza nuestro poder. (Virginie Despentes, Teoría King Kong, Literatura Random House, página 17). En efecto, nos han educado para obedecer, para no ser ambiciosas, para ser silenciosas y no deslumbrar. Casi podría afirmarse, que los mensajes sociales implícitos y explícitos convocan a las mujeres a pedir perdón por ser fuertes, inteligentes y capaces.
5 Las mujeres tienen menos acceso a la educación (aunque la brecha de promedio de escolaridad nacional entre hombres y mujeres ha ido disminuyendo, el INEGI reporta en 2015 un .32 menos en promedio de escolaridad para las mujeres. En 2000 y 2005, se reportaba una diferencia de .5; en 2010 de .31 y en 2015 de .32) y son muchas más las que no saben leer y escribir (en 2015, el INEGI daba cuenta de 41,914,655 mujeres y 39,249,801 hombres.). Esto es paradójico puesto que de 2008 a 2017 el INEGI reportó a más mujeres matriculadas en posgrado en comparación con los hombres (115,228 hombres y 124,720 mujeres).
6 Martha Nussbaum. Liberalismo y justicia social: un debate. Traducción de Carolina Maldonado. Pág. 90. Disponible aquí.
7 Párrafo 23 de la Recomendación General 25.
8 De acuerdo con el INEGI, en 2015, la mayor parte de las labores domésticas y de cuidados fueron realizadas por mujeres, con el 77.2% del tiempo destinado a ello. Cuenta satélite del trabajo no remunerado de los hogares de México, 2015. Boletín de prensa núm. 532/16, 9 de diciembre de 2016. Aguascalientes. Disponible aquí.
Asimismo, el INEGI reporta que, en 2004, los hombres, en cualquier rango de edad, ocupaban 10 horas al trabajo doméstico, mientras que las mujeres del bloque de 30 a 59 años dedicaban 28.
9 Silvia Federici, Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas. Disponible aquí.Lo que hacemos en Animal Político requiere de periodistas profesionales, trabajo en equipo, mantener diálogo con los lectores y algo muy importante: independencia. Tú puedes ayudarnos a seguir. Sé parte del equipo. Suscríbete a Animal Político, recibe beneficios y apoya el periodismo libre.
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