Fiebre amarilla de 1883, respuestas y tres meses de terror

Autoría Raymundo Padilla Lozoya*

La historia de desastres nos permite conocer las respuestas que las sociedades han organizado ante ciertas amenazas. Por medio de esa metodología también identificamos actores, acciones, acuerdos, efectos e impactos, reincidencia, similitudes y otros aspectos que pueden aportar luz a los problemas actuales, como las inminentes epidemias de dengue, chikungunya y zika. Por ello en el presente documento trataré de las respuestas que impusieron las instituciones colimenses y ciertos grupos sociales en un período histórico caracterizado por la enfermedad epidémica llamada “fiebre amarilla o vómito negro” transmitida por las zancudas del tipo Aedes aegypti.

Las enfermedades transmitidas por zancudas tienen historia. Según lo documentó el literato Salvador Novo (1964), el Popol Vuh y el Chilam Balam reportan para nuestra historia americana las más antiguas epidemias registradas, la primera entre los años 1342 y 1362. Y una denominada “xekik” o vómito de sangre, entre los años de 1480 y 1485 (Novo, 1964: 10-11), el cual ocasionó el abandono de ciudades ante la incapacidad para contenerla. Así, ante una amenaza, el éxodo o la reubicación han sido opciones convenientes.

1 Malestar estomacal y de cabeza
Escultura de cerámica colimense que muestra malestar por dolor estomacal y temperatura en la mejilla (Museo Metropolitano de Arte de Nueva York).

En las zonas tropicales los zancudos son muy característicos por su numerosidad, apariencia inofensiva, reducido tamaño, fragilidad y lento vuelo. Aún así, en determinadas circunstancias las zancudas se han convertido en una calamidad que pone en riesgo la vida humana debido a su capacidad para transportar virus e infectar a los humanos y otros mamíferos. Durante su etapa reproductiva, ingieren sangre, la cual les permite alimentarse y producir miles de huevecillos.

Los zancudos Aedes aegypti y ciertas alimañas causaron que los españoles asentados en el siglo XVI en Caxitlán, Tecomán, abandonaran ese sitio y se mudaran al lugar donde actualmente se encuentra la ciudad de Colima. Los españoles trajeron al continente americano la viruela, el sarampión y la influenza, pero recibieron de los pantanales mexicanos el paludismo y la epidemia de la fiebre amarilla. Los zancas largas han habitado históricamente las principales ciudades del estado de Colima porque los asentamientos se ubican a poca altura con respecto del nivel del mar, donde el clima tropical y la humedad es favorable para la proliferación de insectos. Son infrecuentes los zancudos por encima de los mil metros sobre el nivel del mar, pero en ocasiones son desplazados a sitios altos en distintos autotransportes y mercancías en cajas de madera o cartón. Pero en zonas bajas como Tecomán, Manzanillo, Cuyutlán y poblaciones vecinas, son una verdadera calamidad que impresiona con enormes enjambres insoportables desde las primeras lluvias del mes de junio y hasta el mes de noviembre. En esos meses se han presentado históricamente los peores impactos de las enfermedades epidémicas (Padilla y De la Parra, 2015).

Los zancudos han transmitido la enfermedad epidémica llamada fiebre amarilla, la cual fue enfrentada desde el siglo XIX, especialmente cuando el cubano Dr. Carlos Finlay descubrió que el virus era transportado por las zancudas. Desde entonces también en México se libró una intensa lucha contra las zancudas infecciosas. Y después de mucho batallar, el día 6 de agosto de 1963, el Dr. don José Álvarez Amézquita, secretario de Salubridad y Asistencia de México, [le entregó] al Dr. Luther Terry del Departamento de Salud Pública de los Estados Unidos, un pequeño cubo de plástico que contenía en su interior a la última pareja del mosquitos Aedes aegypti capturada en territorio mexicano, según lo reportó el literato Salvador Novo (1964: 6). Así, los zancudos perdieron una batalla, pero no la guerra, al paso de los años han proliferado y en nuestros días es necesario formar un nuevo ejército ciudadano para combatirlos.

En el siglo XIX se presentó la mayor mortandad por epidemia de fiebre amarilla en Colima, según reporta la historiadora Dhylva L. Castañeda Campos (1988). Su trabajo histórico permite identificar que entonces, como hoy, existen algunas similitudes en el escenario o contexto general.
Similitudes contextuales entre la epidemia de 1883 y la actualidad

  • El estado de Colima vivía una de las peores crisis económicas, como hoy
  • Los trabajos del ferrocarril estaban paralizados, como ahora se encuentran diversas obras públicas
  • Gran parte de la población estaba desempleada
  • Los negocios estaban cerrando
  • El estado estaba endeudadísimo al finalizar la administración de Francisco Santa Cruz, un hombre enriquecido con el erario público
  • En el estado se pregonaba que la población gozaba de un excelente servicio de salubridad, como ahora
  • Existían grandes focos de proliferación de zancudos y nada se había hecho durante años para contener su reproducción, como ahora
  • No se desarrollaba un amplio programa preventivo permanente para enfrentar una amenaza recurrente, como ahora lo han mostrado las epidemias del dengue y el chikungunya
  • La fiebre amarilla evidenció las malas condiciones higiénicas y la necesidad de transformar la salubridad
  • La epidemia de fiebre amarilla alcanzó a las principales ciudades y puertos del Pacífico mexicano desde Baja California hasta Colima debido a la gran movilidad comercial y humana
  • Los diagnósticos eran insuficientes para todos los pacientes, como ahora
  • No existían vacunas contra fiebre amarilla, como hoy tampoco existen contra el dengue, chikungunya y el zika. (Aunque se estima que este año se contaría en México con la vacuna para el dengue).
  • Se efectuó el cambio de gobierno entre Francisco Santa Cruz que terminó el 16 de septiembre y el interino Miguel Madrid que inició el día 17; el día primero de noviembre entró en funciones el gobernador electo Esteban García. Pero ninguno de los gobernadores tenía la experiencia necesaria.
  • Los funcionarios del sistema de salud ocultaban las cifras reales del contagio y minimizaban los efectos.
  • Los hospitales no contaban con instrumentos adecuados y medicamentos efectivos.
  • No se contaba con especialistas epidemiólogos.
  • Los médicos más reconocidos eran serviles al estado, ocultaban datos y manipulaban la información, poniendo en riesgo a la población.

En julio de 1883 dio inicio el primer brote de fiebre amarilla en Mazatlán y causó dos mil quinientas cuarenta y un víctimas. Aun así, no se alertó a los demás puertos del Pacífico. A Colima llegó la advertencia hasta el mes de septiembre (Castañeda, 1988).

En agosto de 1883 llegaron a Manzanillo un par de buques procedentes de Mazatlán y comenzó el contagio. Cuando se notificó al gobernador la amenaza como fiebre amarilla, se optó por ocultar nombrarla para evitar la alarma social. Igualmente se ocultaron las primeras cifras de contagios y defunciones, pero aún así, fue instalado un cerco sanitario en Armería, para controlar la migración de infectados.

En Manzanillo los médicos equivocaron el diagnóstico, consideraron que era paludismo y por ello suministraron a los pacientes altas dosis de “quinina”. Tardaron dos meses en identificar a la fiebre amarilla, pero para entonces miles de personas habían sido picadas y las zancudas transfirieron el virus masivamente (Castañeda, 1988).

Medidas eficientes

Se instalaron hospitales provisionales para atender a los posibles infectados, aislarlos y evitar más contagios. Sin embargo fueron tantos los enfermos que se ordenó evacuar Manzanillo. Toda la población fue desplazada en tren y otros transportes. “Médicos, boticarios, útiles de hospital y medicinas fueron enviados a Tecomán” (Castañeda, 1988: 124).

Para auxiliar a los enfermos se integró una junta que se encargó de recolectar fondos y otras ayudas para las familias afectadas. Al contrario, en lugar de apoyar, la Junta de Salubridad de Guadalajara ordenó crear un cordón sanitario entre ambas entidades para contener la diseminación de la epidemia. Así bloquearon el paso hacia Jalisco.

Cifras y muertos

En agosto de 1883 vivían en Manzanillo aproximadamente 1000 habitantes, entre la población fija y la flotante. Entre agosto y octubre murieron 200 personas en Manzanillo y 100 se fueron huyendo, pero murieron en otros lugares. La evacuación de la población de Manzanillo redujo la cantidad de contagios y el clima fresco de fines de octubre de 1883 a enero de 1884 disminuyó la proliferación de zancudos.

En los primeros meses del año de 1884 fueron promovidas las actividades lúdicas anuales y cotidianas, en lugar organizar preparativos ante la recurrencia de la amenaza, la cual se presentó más mortal con la nueva temporada de lluvias y de zancudos de 1884.

Referencias

Castañeda Campos, Dhylva Leticia 1988 “La fiebre amarilla”, en Romero de Solís, José Miguel Los años de crisis de hace cien años (1880-1889), H. Ayuntamiento de Colima y Universidad de Colima. Colima, pp. 115-139.

Novo, Salvador 1964 Breve historia y antología sobre la fiebre amarilla, Secretaría de Salubridad y Asistencia y Prensa Médica Mexicana, Ciudad de México.

Padilla Lozoya, Raymundo y Myriam de la Parra Arellano. 2015. “Sistematización de la recurrencia de amenazas naturales y desastres en el estado de Colima”, en Revista Estudios Sobre las Culturas Contemporáneas, época III, volumen XXI, número II Especial, Universidad de Colima, pp. 143-165. ISSN 140522100-0 En: http://www.culturascontemporaneas.com/anteriores.php?revista=64

* Doctor en Antropología por el CIESAS-DF e investigador de la Universidad de Colima. Integrante de la Sociedad Colimense de Estudios Históricos. raypadillalozoya@hotmail.com